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Agustín Sarria y su inmortal Sotareño, un alma inseparable que atesora la historia de Popayán

Actualizado: 22 nov 2022


Por: Alejandro Arias

Lo más cercano a una máquina del tiempo que se puede encontrar en la ciudad de Popayán, es sin duda el legendario Sotareño. Su dueño, Agustín Sarria, es quien pilotea hacia el pasado a aquellos que tienen el gusto de visitar dicho establecimiento. Cuenta don Agustín que si reprodujera sin pausa sus más de 4000 discos, se podría escuchar más de tres años seguidos de música. El ambiente de mediados de siglo XIX y este valiosísimo repertorio de acetatos y CD 's en los que destacan, entre otros tantos, Carlos Gardel, Julio Jaramillo y Leonardo Favio, son una mezcla asombrosa que brinda tranquilidad y una sensación de comodidad difícil de explicar.


Sarria es oriundo de Cali, pero él mismo asegura sentirse más payanés que valluno, pues se instauró en la Ciudad Blanca desde 1951. Cuenta haber llegado aquí por simple casualidad, pero convertirse en un personaje mítico de Popayán seguro no fue cuestión de azar. Pese a no ser muy alto, tiene un carisma enorme y la entrega a su trabajo, así como la pasión por la música le han otorgado un espacio entre los más ilustres personajes que jamás ha tenido esta ciudad. Las paredes del Sotareño son testigos de ello, pues en ellas reposan orgullosamente distintas menciones que ha recibido por parte de importantes medios de comunicación y también de la misma comunidad patoja que tanto le aprecia.


Algo que seguramente tampoco es casualidad, es el largo bagaje que ha tenido el Sotareño para mantenerse por más de sesenta años en Popayán. Y es que el sitio ha sobrevivido a uno que otro incendio, al infame terremoto de 1983 y recientemente a la pandemia del Covid-19. La explicación más certera de ello es la relación inquebrantable que existe entre establecimiento y dueño, pues él mismo dice que no existe Agustín Sarria sin el Sotareño, y no existe Sotareño sin Agustín Sarria. Definitivamente existe un alma compartida, porque no sólo el espacio se ha mantenido durante tanto tiempo, sino también su colección de música, su caja registradora de más de 8 décadas de edad y la tradición que evoca.


Pero don Agustín ha sabido también aprovechar de cierto modo las desdichas. En 2020, con la pandemia, se vio obligado a abandonar el sitio que había estado reservado para el Sotareño desde 1961. Él adquirió el bar en 1964 a cambio de un lote, pero todo este tiempo estuvo allí de alquiler; la cuarentena le obligó a abandonar el lugar tras cuatro meses sin poder abrirlo. Esta recesión la aprovechó para darse un merecido viaje junto a su familia alrededor de varios

lugares del mundo y para volver con la energía renovada y su pasión por la música intacta.


Siempre fue muy obstinado y ermitaño, por lo cual trabajó solitariamente durante casi toda la existencia de su negocio. Sin embargo, en su segunda temporada, aceptó recibir la ayuda de su familia para devolverle a Popayán uno de sus establecimientos más valiosos y populares. Don Agustín espera animado en su renovado Sotareño recibir el mismo apoyo y cariño que tanto resalta de los payaneses a pesar de estar en un lugar distinto al que todos conocieron.

Pese a ser llamado como “elegido de Baco” en uno de los homenajes que expone en sus paredes, don Agustín confiesa no haber recibido nunca un trago de nadie, eso sí, siempre ha tenido su vaso para brindar. Esa disciplina y seriedad en su trabajo es a la que le atribuye el éxito de su negocio, por el cual han desfilado muchas personalidades patojas como el poeta Geovanni Quessep y el ex Ministro Carlos Holmes Trujillo, con quien, cuenta, tenía una relación estrecha.


Así mismo, la gran mayoría de rectores y profesores de la Universidad del Cauca tienen alguna historia por contar sobre el sitio; y al preguntarle por los estudiantes, recuerda con una sonrisa la famosa frase “nadie puede graduarse de Unicauca sin haber ido al Sotareño”.


Aunque muchos de sus amigos de música y bohemia ya no están en este plano, él mantiene su templanza y disposición para atender a todos aquellos que visitan su querido Sotareño, un sitio que más que un negocio, es un tesoro payanés, y su soberano, la perfecta imagen de una leyenda viva payanesa.

Puede que resulte difícil de creer, pero en la carrera séptima de Popayán hay una máquina del tiempo. Tango de fondo, don Agustín y su sonrisa detrás de la barra, las cuatro paredes del Sotareño junto a su decoración, nada más es necesario para que la mente y el alma se transporten a otra época, casi como una conexión con una vida pasada.



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