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El hacer inspira, crea y transforma

Por santiago Durán



A este hombre lo vi por primera vez cuando yo estaba cursando décimo grado de secundaría, emanaba una alegría que me parecía extraña, casi fingida. Todas las personas que iban con la intención de ayudar o hacer algo en el colegio no permanecían en la institución más de un mes con nosotros. Él entró a documentar el proceso de investigación que hacíamos un grupo de estudiantes de diferentes grados alrededor de la Casona “La Ladera”, patrimonio histórico de la humanidad, pero ese no es el punto.


Su nombre es Henrry Laserna, un hombre de estatura promedia, con una piel bronceada, cabello castaño, que casi no se ve porque rara vez se quita la gorra, ojos color miel y contextura gruesa, pero no gordo. Mientras estábamos en el proyecto, siempre fue amable con todos nosotros, nos enseñaba a manejar los equipos que llevaba para grabar y nos motivaba a explorar el mundo del sonido. Nos decía que era importante que pudiéramos contar historias, contar nuestra historia de lo que vivíamos en el colegio y cómo transcurrían nuestros días ahí, cada uno desde su contexto. Él se había graduado de comunicador social de la FUP, aparte de eso manejaba el proyecto Cine mi barrio, al que constantemente nos invitaba a participar, pero ninguno fue capaz de ir. Además de eso, tenía un programa de televisión que se llamaba WEEK TV.


Él fue una de esas pocas personas que nos motivó a muchos de mi promoción a querer pasar a la universidad, estudiar, no prometió nada, no nos forzó a nada, solo nos motivaba desde su quehacer, desde su pasión por enseñar, compartir y construir desde las periferias, los barrios populares. Poco antes de terminar el año lectivo y con la culminación del proyecto no lo volvimos a ver, pero quedó en nuestra memoria su paso por la institución.


Cuando pasé a la universidad me inscribí a un curso de natación en Tulcán. Estaba a punto de entrar a la piscina cuando vi a un tipo que nadaba muy rápido.Vaya fue mi sorpresa cuando salió del agua Henrry, nos saludamos y seguí mi camino. Al terminar la práctica, hablamos un rato, hace dos años que no lo veía, pero seguía siendo exactamente el mismo y con la misma alegría de la primera vez que nos cruzamos. Desde ese día lo veía más seguido, ya que empecé a frecuentar procesos sociales en los que él participaba. No hablábamos mucho, nos saludabamos y seguía cada quien en lo suyo. Él siempre ha proyectado cine en la torre del reloj con su proyecto Cine Mi Barrio, y en diferentes barrios de la ciudad de Popayán y algunas veredas cercanas.



Ahora bien, quién es Henrry, es patojo y se crió en el barrio el Retiro de Popayán, su barrio, como él me dijo, era muy peligroso, había problemas de pandillas, drogas y mucha inseguridad. No se podía estar tranquilo a no ser que fueras del barrio y alguien te conociera. Tenía un grupo grande de amigos cuando era pequeño, pero todos se “dañaron”, solo tres de sus amigos pudieron salir de ese mundo y enfocarse en estudiar, ya que como cuenta, en el barrio los reclutaban, les daban droga y los formaban para seguir con el negocio, pero a él nunca lo tocaron, porque su primo, integrante de la banda nunca lo permitió.


Su último año escolar lo cursó en el colegio Ulloa, en donde se contaba con un ambiente fuerte, mucho bullying, pero desde el primer día, con un carácter fuerte, al igual que su mirada, supo imponer respeto y nunca se metieron con él. Desde ese tiempo le empezó a gustar el cine, cuando pasó a la universidad a estudiar comunicación, se proyectó en el audiovisual y la edición. Avanzado en media carrera, buscó la oportunidad de aprender en diferentes ambientes, y así, un día de suerte y permitiendo “la explotación”, comenzó a trabajar en Cable Cauca. Aprendió a editar a la antigua, con cintas y rebobinando, su profesor le pasaba películas sueltas en partes y él las tenía que unir, así desarrollo agudeza para la edición, además de ver y entender más las secuencias del cine, hasta tal punto que empezó a hacerle los trabajos a sus compañeros y recaudar algo de dinero extra. Lo que para muchos era un martirio, para él no era más que un rompecabezas en su cabeza que ya con facilidad lo podía desarrollar.


Ya para graduarse, con un grupo de amigos y con el deseo de hacer algo útil y social, se les ocurrió la idea de hacer una proyección de cine que se pudiera mantener por sí solo, que descentralizara y mostrara otro cine, otras realidades, así que con la ayuda de dos colegas, surgió la idea y se puso a andar. Mostrar películas de narcotráfico mexicano fue la primera apuesta, pero en los barrios no querían colaborar, según las personas iba a ser un proyecto como muchos otros, un trabajo de grado que culmina y se queda en el olvido, así como se quedan en el olvido las poblaciones de las periferias.


Después de tocar muchas puertas y cambiar la forma de presentarse, ya no como un proyecto de grado, sino como un festival, un grupo de personas participaron y desde ahí, este festival, ya con cine más diverso, más real, no comercial, sino popular, se pudo mantener la idea y este año se celebra la décima versión, siempre a la cabeza de Henrry, un apasionado por el cine, por descentralizar los proyectos y llegar a lo popular, a lugares donde comúnmente no se llega, de donde no se habla, ni se visibilizan sus problemáticas, Cine mi barrio nació y se quedó aquí por él.





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